Aunque choque contra barrotes cada deseo
puedo ver el horizonte por el que peleo.
No venden paz en el economato
pero soy capaz de alcanzarla cuando combato.
Otro preso ha enloquecido por esta tortura
y a falta de olvido la medicación apura.
Aunque la oscura soledad a por mí vuelva
tu empatía como rayos de sol se cuela en la celda.
Igual que el viento me trae olor a flores
sé que dar aliento nos traerá días mejores.
Sueño que en una playa desierta te quiero
hasta que despierta el recuento del carcelero.
La puerta metálica no se parece a tu piel,
desafiar rejas se asemeja al futuro menos cruel.
Por usar el corazón esta condena se me impuso
y no pido perdón si mi latido no está recluso.
Más libre que muchos que están en la calle,
escucho el llanto oprimido para que su ruido falle.
Otra vida lejana tiende una emboscada
pero tengo más nostalgia del pueblo que gana.
Soñador compulsivo derribo muros grises
erosionando tu bota cada vez que me pises.
Un lobo enjaulado no olvida morder,
somos poderosos siendo herida en su poder.
Hay alambre de espino hasta en el tejado
y casi envidio al pájaro si no lo esquivo volando
pero prefiero las alas de servir a la causa justa,
porque ceder a su miedo es lo que más me asusta.
Los gritos de los convictos no son tu voz
pero a diario te visito si te opones a lo atroz.
La ausencia me sentencia a buscar la palabra
que defienda recia al mañana que desangran,
así el tiempo que me roban se lo expropio
lleno de amor propio si odio su opio.
Sé que dentro y fuera se resiste
y puedo hallar felicidad en un lugar tan triste.
El orgullo no me lo quita su registro,
tampoco de mi conciencia todo lo que he visto.
Del centro penitenciario a la cárcel de fuera,
no cambio por el cambio que espera.